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Ya sea por la publicidad, la presión de compañeros, la inseguridad, la ansiedad o por muchas otras razones, cada día miles de personas alrededor del mundo empiezan a fumar. Como otros vicios semejantes, la adicción al tabaco es una enfermedad que puede llegar a causar serios trastornos al organismo, incluyendo el desarrollo de cáncer y enfisemas. En los países desarrollados es la principal causa de muerte producida por enfermedades evitables.
La nicotina aumenta la actividad de las células inhibidoras de la médula espinal que da como resultado la disminución del tono muscular, produciendo la sensación de relajación. Pasados treinta minutos la cantidad de nicotina en la sangre se reduce a la mitad, y en la siguiente media hora disminuye a la cuarta parte. Es entonces cuando el fumador siente el deseo de fumar otro cigarrillo.
La nicotina es la principal sustancia que produce la adicción al tabajo. Aumenta la presión arterial y acelera los latidos del corazón, estimula el intestino grueso, disminuye el apetito, baja la temperatura de la piel y reduce la cantidad de sangre que se envía a los brazos y piernas.
Además, en el tabaco se encuentra alquitrán, que transporta sustancias cancerígenas (productoras de cáncer) como benzopirenos y nitrosaminas. El 30 por ciento de todos los tipos de cáncer, como los que se dan en la vejiga, los riñones, el páncreas y el estómago, son causados por estas sustancias. Con respecto al cáncer pulmonar, el fumado es la causa del 90% de los casos.
En el humo del cigarrillo se encuentra también monóxido de carbono; su inhalación reduce la cantidad de oxígeno que se respira, por lo que el corazón debe funcionar más aprisa e irregularmente para bombear oxígeno al cuerpo; así causa el 15 por ciento de las enfermedades cardiovasculares. Por si esto fuera poco, en el humo del cigarrillo se encuentran más de 6000 sustancias además de las mencionadas. Entre ellas se pueden encontrar ácidos, alcoholes e incluso cianuro.
Varias enfermedades son favorecidas por el fumado, como tuberculosis, neumonía, asma, úlceras gástricas, y EPOC (Enfermedad Pulmonar Obstructiva Crónica). Las mujeres embarazadas que fuman o que están expuestas al humo del tabaco corren el riesgo de abortar, o bien los niños pueden nacer con bajo peso y sufren un crecimiento más lento de lo normal, que les causará diversos desórdenes.
Tomando todo esto en cuenta es evidente que lo mejor es nunca empezar a fumar, y si ya se fuma es necesario dejar de hacerlo, por el bien de la salud. La dificultad para escapar del vicio varía en cada persona, pero en todos se trata de un logro que merece respeto.
Existen muchos tipos de terapia para dejar de fumar. Se puede consultar con médicos o con organizaciones especializadas para seguir la que más se adecúe a la propia situación.
Como consejos generales, lo primero es tener una actitud positiva y estar convencido de los beneficios del romper el hábito. Compartir la decisión con familiares y amigos ayuda mucho por el apoyo que se recibe. Por otra parte es posible que las personas cercanas sean fumadoras. Puede llegar a ser necesario alejarse un tiempo de ellas, explicando los motivos, durante los primeros días en que se deja de fumar. Si compañeros o amigos presionan para continuar el fumado, hay que mantenerse firme: los verdaderos amigos no necesitan el humo para mantener la amistad.
Muchos fumadores tienen el deseo de dejar el vicio. Lo más efectivo es elegir un día determinado y no volver a fumar a partir de ese momento. Se deben eliminar los cigarrillos y los ceniceros de la casa y, de ser posible, del lugar de trabajo. La ropa debe ser lavada y los muebles aseados. Se debe eliminar el olor a tabaco de los objetos cercanos. De ser necesario, incluso las paredes deben ser limpiadas.
Se puede apartar el dinero que antes se gastaba en cigarrillos; puede llegar a ser una cantidad considerable. Ese dinero permite adquirir muchas cosas más satisfactorias: ropa nueva, discos, películas, artículos deportivos, etc. Estas compras son una recompensa por dejar de fumar.
Los primeros dos o tres días desde el momento en que se fumó el último cigarrillo son los más difíciles. En este periodo el cuerpo está eliminando las toxinas adquiridas por el fumado. Tras cinco días el ansia de fumar es menor y fácilmente manejable. Para superar los primeros días se pueden realizar unas técnicas sencillas y efectivas:
Cuando se sienta el deseo de fumar, debe respirarse profundamente. La mayor cantidad de oxígeno ayudará a combatir la ansiedad.
Se debe tomar mucha agua y zumos de frutas; la mayor cantidad de líquido ayudará a eliminar las toxinas del cuerpo. Se puede tener al alcance un vaso con jugos o agua, y tomarlo lentamente. Durante los primeros días debe evitarse absolutamente el consumo de bebidas alcohólicas, que pueden debilitar la decisión de dejar de fumar. Tampoco se debe consumir café o te en los primeros días.
Con respecto a la alimentación, se recomiendan comidas ligeras, frutas en grandes cantidades y vegetales; además de facilitar la abstinencia, aportarán vitaminas C y B. (Se puede apoyar la dieta de los primeros días con complejos de estas vitaminas.) Se deben evitar las carnes y los pescados fritos o guisados, así como los postres azucarados. No se deben tomar condimentos fuertes como la mostaza, la pimienta y el chile, que aumentan el ansia de fumar. En algunas personas se produce estreñimiento en los primeros días después de dejar de fumar; alimentos ricos en fibra ayudan a regular la digestión.
Con frecuencia después de las comidas se fumaba un cigarro. Para evitarlo, en cuanto se termine de comer se sale a dar un paseo, o se inicia una actividad física suave, como atender las plantas del jardín, pintar o tocar un instrumento musical. Lo importante es no permanecer inactivo.
El aseo personal es muy importante. No solamente se elimina el olor a humo de la piel y el cabello, sino que se eliminan toxinas, pues la piel es un órgano excretor. Se debe también mantener un horario rígido, acostarse siempre a la misma hora, levantarse regularmente y comer en el momento determinado.
Como ocurre con muchas otras drogas, al dejar la nicotina se pueden producir síntomas de abstinencia, cuando el metabolismo regresa a un equilibrio sano. El síntoma más común es el dolor de cabeza, pero dependiendo de la cantidad de cigarros que se fumaban y de factores físicos, se pueden presentar también otros síntomas como mareos, náuseas, templor en las manos, dolor de ojos, problemas para concentrarse, vómitos, estreñimiento, ansiedad, cansancio, debilidad, manos sudorosas y hormigueos en la piel, entre algunos otros problemas.
Si los síntomas son muy severos se puede recurrir al médico, quien prescribirá el tratamiento más adecuado. Entre las terapias usuales se pueden recomendar parches de nicotina, gomas de mascar con nicotina, y antidepresivos como el bupropion.
El dejar de fumar es un proceso largo y lleno de dificultades. Una persona sólo se considera exfumadora cuando ha transcurrido al menos un año desde que fumó su último cigarrillo. Con frecuencia se dan recaídas, y un sólo cigarrillo puede llevar a retomar el vicio. El caer de nuevo en el hábito se siente como un fracaso e implica una gran pérdida de autoestima. Si esto ocurre es importante recordar las razones por las que se había dejado de fumar, y el logro de pasar mucho tiempo sin hacerlo. El apoyo de la familia y los amigos es fundamental. Se puede optar también por terapias de grupo y asociaciones como Fumadores Anónimos.
A pesar de las dificultades, el dejar el fumado tiene grandes beneficios: A los 20 minutos de fumar el último cigarrillo: La presión arterial, el ritmo cardíaco y la temperatura de las manos y los pies regresan a la normalidad.
A las 8 horas: La concentración de monóxido de carbono en la sangre baja a su nivel normal; aumenta la concentración de oxígeno.
A las 24 horas: Disminuye el riesgo de sufrir un infarto cardíaco.
Después de 48 horas. Las terminaciones nerviosas comienzan a regenerarse, los sentidos del olfato y el gusto se agudizan. Caminar se vuelve más fácil.
De 2 a 3 semanas: Mejora la circulación y la eficiencia de la respiración aumenta hasta en 30%.
De 1 a 9 meses: Disminuyen la tos, la congestión nasal, la fatiga y la falta de aliento. Los cilios de los pulmones, pequeños vellos que al moverse expulsan el polvo y pequeñas partículas de los pulmones, vuelven a crecer. Se genera una mayor resistencia a las infecciones.
Un año después: El riesgo de padecer insuficiencia coronaria es 50% menor que el de un fumador.
Además hay muchos otros beneficios. Mejora la salud bucal, disminuye o elimina el mal aliento, la mayor capacidad física permite un mayor número de actividades, se recupera más rápidamente de otras enfermedades, se cuenta con más dinero y, sobre todo, al pasar varios años sin fumar se puede reconocer este logro como una gran victoria personal.