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DONDE ESTA EL COMPROMISO? LPG





En 1967 posaban Argueta, Armijo, Canales y Cea junto a Alfonso Kijadurías, que ha declarado que no formó parte de la Generación Comprometida integrando el grupo literario Los Cinco.


Por: Elena Salamanca / Fotos de Mauro Arias, Félix Amaya y Óscar Leiva

Medio siglo después de la fundación de la Generación Comprometida se replantea su génesis: su posición en la literatura salvadoreña y el entonces incipiente compromiso social. ¿Consumado?

Olas generacionales

La Generación Comprometida tuvo como hilo conductor a Ítalo López Vallecillos (1932-1986), pero hubo dos grupos u oleadas de escritores que le dieron forma en un período de seis años.

En 1950 surge el Cenáculo de Iniciación Literaria, con los jovencísimos (nacidos en los años 30) Ítalo López Vallecillos, Irma Lanzas, Waldo Chávez Velasco, Eugenio Martínez Orantes, Álvaro Menéndez Leal —posteriormente Álvaro Menen Desleal—, Orlando Fresedo, Mauricio de la Selva, Ricardo Bogrand, Jorge A. Cornejo y Mercedes Durand.

De este grupo, solo sobrevive Irma Lanzas. Chávez Velasco y Martínez Orantes fallecieron el año pasado, y Lanzas determina que no hay una relación estética entre ambos grupos: “Nuestro compromiso social era llevar arte a la gente, mientras que el de la otra generación era más político”.

Para 1956, surge el Círculo Literario Universitario con Roque Dalton, Tirso Canales, Manlio Argueta, Roberto Armijo, José Roberto Cea, según el documento inédito “La Generación Comprometida” de Tirso Canales. Y en su libro, “La Generación Comprometida”, José Roberto Cea cita además al intelectual Jorge Arias Gómez, José Enrique Silva, actual miembro de la Academia de la Lengua, y los pintores Camilo Minero y Carlos Cañas.

Esta parte de la generación estaba enfocada a un movimiento cultural: no solo había escritores, sino miembros de otras ramas del arte.


La línea comprometida

Ítalo López Vallecillos (1932-1986) es el hilo conductor de esta generación. El escritor y periodista trajo la idea de “compromiso” de Europa, basado en la idea de ser poeta como “una conducta social” y fue parte de ambas generaciones: la de 1950 y la de 1956.

En 1950, el Cenáculo de Iniciación Literaria incluía a Irma Lanzas, Waldo Chávez Velasco, Eugenio Martínez Orantes, y otros. Según Lanzas, antes de Cenáculo, existe una publicación llamada “Alma joven”.

En febrero de 1956, Roque Dalton y Otto René Castillo, poeta guatemalteco, fundan el Círculo Literario Universitario, donde se avocan los poetas que luego formarán la segunda parte de la Generación Comprometida: por ejemplo, Manlio Argueta, Roberto Armijo, José Roberto Cea y Tirso Canales, quienes, en octubre de ese año, se unen a “la Generación Comprometida”, según Cea.

Roque Dalton García (1935-1975) fue uno de los miembros emblemáticos de la Generación Comprometida, por circunstancias políticas.

La Generación Comprometida surgió durante los gobiernos militares de Óscar Osorio (1950-1956) y José María Lemus (1956-1960).

Bajo el mandato de Lemus se dan las capturas de varios de los miembros de la Generación Comprometida de 1956, como Dalton, Argueta, Canales, Cea, Armijo, a los que llevan a la Policía de Hacienda, en Escuintla (Guatemala), y a la cárcel que estaba ubicada donde ahora está el Museo de la Ciudad de Santa Tecla (inmueble en restauración).

Los miembros de la generación de 1956 se reunían en cafés del centro de San Salvador para hacer grandes tertulias literarias e intelectuales. Algunos de ellos eran el Bella Nápoles, en la 4.ª av. sur; el Doreña, en la actual av. Monseñor Romero, al costado oriente de la catedral y actual Almacén Prado, donde según Tirso Canales, “se cambiaba al mundo” y se estudiaba literatura.



La última vez que cuatro de los miembros emblemáticos de la Generación Comprometida, nacida del Círculo Universitario en 1956, estuvieron juntos como grupo literario fue en 1967. Así lo recuerda José Roberto Cea, con una fotografía que lo testifica tomada en el estudio Biarritz. Eran los cuatro: Roberto Armijo (1937-1997), Manlio Argueta (1935), Tirso Canales (1930) y José Roberto Cea (1939).

Ya eran perseguidos por los gobiernos de turno, conocían las cárceles y la tortura, pero vivían y escribían por algo que llamaban “compromiso”, y que bautizaba su generación.

¿Cuál era el compromiso?
HOMENAJES

Fundación Metáfora

Encuentro Internacional de Poetas “El turno del ofendido” se desarrollará entre 20 y 27 de mayo próximo. Convocará a más de 30 poetas y estará dedicado a la Generación Comprometida. Como poetas internacionales que se cuentan para esta edición están Miguel Barnet y Luis Manuel Pérez Boitel (Cuba), Saúl Ibargoyen (Uruguay), Alfonso Chase (Costa Rica), Jorge Boccanera (Argentina), Jairo Bernal y Víctor Rojas (Colombia). De los comprometidos, Irma Lanzas ha confirmado asistencia y participación.

ADAPES

La Asociación de Artistas Plásticos de El Salvador (ADAPES) celebrará en agosto un homenaje a los 50 años de la Generación Comprometida.

Este tributo plástico consistirá en la recopilación visual de todo lo que el grupo literario produjo.

La incidencia cultural de los poetas y los escritores coetáneos será vista y trabajada desde la técnica del grabado.

Ítalo López Vallecillos (1932-1986), que fue el hilo conductor de esta generación, tanto la del 50, como la del 56 (ver recuadro), declaró en 1956, en la revista “Hoja”, que el compromiso suyo y de sus coetáneos era “hacer una literatura que refleje con total penetración las contradicciones de nuestra sociedad”, encaminada a un “compromiso social del arte”.

Tirso Canales lo explica como “el poeta como una conducta social”. Este poeta (coincidentemente todos iniciaron en la poesía aunque después se decantaron hacia la narrativa) tenía que escribir, “para rescatar la memoria histórica”, dice José Roberto Cea.

Esta generación se planteó dos compromisos. Uno estético: una producción literaria que diera voz a los problemas sociales, que pasaba por la premisa de que el arte no debía ser solo belleza, sino idea, según Canales; y otro político. “Vimos que si éticamente escribíamos con relación a la historia del país, teníamos que responder al respecto”, resume Cea, y se unieron a la lucha social, con sindicatos e incluso el Partido Revolucionario Abril y Mayo, en 1958.

Pero en esa efervecescencia de protestas, obra, que como los sobrevivientes señalan, en algún momento se volvió panfletaria, ¿se cumplieron esos dos compromisos?

Tirso Canales y José Roberto Cea sostienen que siguen en pie: el estético a través de su creación literaria, y el político desde sus trincheras: Canales es coordinador del Comité de Solidaridad con Cuba, ala del FMLN, y Cea plantea que el suyo es “darle claridad a la sociedad civil de que participe. Mi compromiso es hacer conciencia y ser auténtico”.

Sin embargo, Manlio Argueta afirma que solo se cumplió el compromiso estético, y eso lo testimonia la obra, a la que llama “generación”, no al grupo en sí, “que es ya una anécdota, una historia”.

Argueta plantea que el compromiso político era una utopía: “Era muy difícil transformar el país a través de la literatura como creíamos en esa época. Eso es imposible. La realidad nos dijo que para transformarlo era necesario formar partidos políticos”.

RUPTURAS

A estos escritores les preparó el campo la crisis. Lo dicen ellos: “La Universidad (de El Salvador) era un centro cultural. Los únicos que protestaban , que decían algo eran los universitarios”. La escritora Matilde Elena López señala: “Ellos dieron otro paso en la forma de la poesía en ese momento”.

López fue parte del grupo SEIS, Grupo Social En Ideas Superiores, que en 1944 se opuso a Maximiliano Hernández Martínez. Y desde su aparición no había surgido otro movimiento de renovación literaria en el país, desde la estética ni la filosofía.

El movimiento del 44 y la generación del 56 tuvieron un contexto histórico convulsivo (gobiernos militares, represión), que les marcó el paso.

La tesis de literatura de Álvaro Darío Lara y Víctor Hugo Granados “El proceso de ruptura literaria (poética) en El Salvador 1955-1975” explica que esta generación constituyó “una nueva forma de escribir” que significó una “una ruptura” en la literatura nacional: “Un nuevo paradigma estético-literario, y coincide con periodos históricos en los que se manifiestan crisis políticas, sociales y económicas de la sociedad salvadoreña. Mucho de esas crisis se expresa en lo poético”.

Visto así, sin crisis social no habría existido una renovación en la literatura nacional.

Roque Baldovinos, jefe del Departamento de Letras de la UCA y doctor en literatura latinoamericana, opina que la Generación Comprometida incidió “en la renovación de los lenguajes y los repertorios temáticos. Su visión de la literatura como un factor de conciencia por los cambios sociales en el país afectó toda una época y varias generaciones”.

Mi compromiso es hacer conciencia

“Me colgaron y me pegaron en la planta de los pies”, relata José Roberto Cea y muestra las manos y las muñecas de donde lo colgaron muchas veces. “Perdí la cuenta”, afirma.

“La última vez que me llevaron fue en 1968 para la huelga magisterial, quien me fue a sacar de ahí fue Walter Béneke, que era ministro de Educación”, recuerda Cea, el más joven de la Generación Comprometida, el “pichón”, nacido en 1939.

Ese “ahí” podría ser cualquiera de tres lugares, “la Guardia Nacional, la Policía Nacional o la de Hacienda”. Incluso Quetzaltenango, en Guatemala, donde hace 40 años, al ganar unos juegos florales, fue encarcelado.

La acusación era la misma en cada una de las siete veces que visitó el presidio: “Por subversivo y por alterar el orden público”, recuerda con gracia ahora el izalqueño de pelo cano, cinco hijos y tres nietos.

Entonces estaba comprometido y sigue estándolo. Afirma: “Mi compromiso es hacer conciencia”. Pero ahora, el autor de “Todo el códice” no colabora con huelgas magisteriales, sino que prepara libros de texto en su editorial, Canoa.

Actualmente trabaja en el libro “Los muchachos del valle de las chamacas”, donde, en narrativa, rescata la tradición oral, la memoria histórica, en una especie de novela collage que estará lista en octubre. También presentará pronto “Mitología en Cuscatlán”, que trabaja siempre la tradición oral, con trabalenguas, adivinanzas, los cuentos de Tío Coyote y de Pedro Urdemales.

Este miembro de la Generación Comprometida del 56 se ha dedicado a la investigación y la antologación de la literatura nacional, escribe poesía, drama, narrativa y ha sido el único que no se fue al exilio, “había que quedarse para dar testimonio de lo que pasó”, resume.

“Llevábamos el arte a la gente”

En julio del año pasado, enviudó de Waldo Chávez Velasco, fundador de la generación del 50, y a quienes miembros de la generación del 56 acusan de traición al trabajar con gobiernos militares. “Pero él no hizo nada de lo que lo acusan, era un trabajo como cualquiera”, dice Irma Lanzas, nacida en Cojutepeque en 1933.

Su esposo trabajó con los gobiernos militares y de eso dejó un libro inédito antes de morir, uno que ella está corrigiendo, y que recoge información y anécdotas de los mandatos de Óscar Osorio, José María Lemus, Fidel Sánchez Hernández, y otros.

En 1956, Lanzas se va a estudiar a Bolonia (Italia) y señala: “Conocí a Roque Dalton en mi fiesta de despedida y me di cuenta de su muerte cuando yo estaba fuera del país”. Contacto con los miembros de la segunda ola de la Generación Comprometida no tuvo, por lo que rechaza y descarta la “traición” de que acusan a su esposo.

De hecho, dice que actualmente tiene apenas contacto con Manlio Argueta, y explica, desde su perspectiva, la diferencia del compromiso de las generaciones: “Nosotros llevábamos el arte a la gente, hacíamos recitales con obreros, el compromiso de ellos (del 56) fue más político ”.

Es una de las fundadoras del Cenáculo de Iniciación Literaria, en 1950, donde conoció a Waldo Chávez Velasco, y se enamoraron. Constancia queda en poemas publicados en “Alma joven” , donde mantuvieron un romance epistolar-poético.

Se casaron en 1957, en Italia, y tuvieron tres hijos. Se graduó de Filosofía y Letras en la Universidad de Bolonia, y de Teología en la Universidad de Saint Johns, de Nueva York, en 1983. Desde entonces, trabaja con el grupo católico Renew, que, en El Salvador, focaliza su trabajo con “jóvenes en riesgo y comunidades que viven en pobreza extrema”.

El poeta debe ser revolucionario

La calle 5 de Noviembre tenía unos vecinos que con el tiempo se hicieron poetas: Roque Dalton y Tirso Canales. De ellos, solo uno sobrevive, Tirso, que ahora, a sus 75 años, es propietario de una casa de huéspedes cerca de la Universidad de El Salvador, de la que al parecer no se ha desvinculado nunca: desde la fundación del Círculo Literario Universitario, pasa por el trabajo en la editorial de la universidad.

En su casa de huéspedes, trabaja también la primera esposa de Roberto Armijo, uno de los miembros de la Generación Comprometida, y entre las revistas y los libros que se venden en el lobby, hay revistas de Cuba. No ha perdido el contacto con esa nación desde su participación como jurado en el concurso literario Casa de las Américas y por su militancia partidaria: es el coordinador general del Comité Salvadoreño de Solidaridad con Cuba, del FMLN, partido al que está afiliado.

Canales vive con su esposa, Alma, “nos casamos viejos”, dice con simpatía cuando explica que estuvo más de 13 veces en prisión, el exilio en Costa Rica, en el ajetreo de la lucha social y esa era una lucha sola. “Una vez nos escapamos de Honduras Ítalo y yo, ahí nos tenían, y casi morimos ahogados en el golfo de Fonseca, las olas crecían y casi nos llevan, eso lo narro en mi cuento ‘La línea recta era un sueño’”, evoca.

Actualmente es columnista del diario “Co-Latino” y tiene una editorial, “Memoria”, que fundó junto al desaparecido editorial Jorge Arias Gómez. Ahí publica sus libros, entre los que se cuentan “Crónica del terror y el heroísmo”, “La poesía con las armas en la mano” y “Discurso de nosotros”, y otros.

En su columna “Fantasmagorio” mantiene un discurso combativo de la realidad nacional y su concepto de compromiso no ha cambiado, dice. “Para mí, el poeta tiene que ser un revolucionario, un vanguardista”, explica.

Todo por la literatura

Manlio Argueta es quizá el más público de los sobrevivientes de la Generación Comprometida. Talvez su vida pública se deba a dos razones: es un funcionario público: director de la Biblioteca Nacional, y es el escritor salvadoreño más traducido: su obra se ha traducido a 11 idiomas, como inglés, francés, holandés, alemán, y su novela “Un día en la vida” fue elegida como una de las más leídas del siglo XX.

Nació en San Miguel en 1935. Al venir del oriental departamento, se le abrió el mundo cultural. “La Universidad (de El Salvador) era un país dentro de otro país”, recuerda, y así llegó a la generación y al compromiso político. Sin embargo, ahora aboga por el compromiso únicamente desde la literatura, “puede hacer cambios, puede ser también una utopía, pero creo en eso”.

En el camino de la Generación Comprometida, dice, comprendió que el cambio social, el político, se lograba a través de los partidos políticos. Pero mientras llegaba a esta conclusión, estuvo 10 veces en prisión, tuvo dos hijos en El Salvador y otros dos en Costa Rica, en el exilio; fue parte del Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), al igual que José Roberto Cea y Tirso Canales, vivió en el exilio, y dejó la poesía por la novela; ganó el premio Casa de las Américas por su novela “Caperucita en la zona roja”.

Actualmente trabaja en “El muro”, novela sobre la migración, y espera respuesta editorial de “Los poetas del mal”, otra novela, aunque su poesía completa se publicará en los Estados Unidos. Vive con su esposa, Carmen.

Como los otros miembros de su generación que sobreviven, considera que su época se prestó para el surgimiento del grupo literario, pero confía en que haya una nueva generación que repita si no el fenómeno, la ruptura literaria. “Hay jóvenes que están escribiendo bien, en los concursos, en los colegios. Creo que esa casualidad histórica se va a dar, se está dando”, señala.

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